“I’m poured out like water. All my bones have fallen apart. My heart is like wax; it melts inside me. My strength is dried up like a piece of broken pottery. My tongue sticks to teh roof of my mouth; you’ve set me down in the dirt of death.” Psalm 22:14-15, Common English Bible (CEB)
In October we remember Domestic Violence Awareness Month. I am reading and reflecting on both my experiences and the thoughts of others about domestic violence during this month. This action is important to me as a survivor of domestic violence.
These sentences are a though from the introduction to the book “Telling the Truth: Preaching about Sexual and Domestic Violence” by editors McClure and Ramsay:
“These psalms are the words of our tradition, words spoken and prayed in worship. They are laments and petitions uttered by victims of radical evil, pain, and violence. These whispers, cries, and prayers are not only to be spoke by victims or survivors of violence. The people of God has spoken these words together across time, as if to say, ‘We the congregation, will not keep silent’ in the face of such violence.”
I would like to hear these words and psalms more in the church and from the mouths of God’s people. I often feel alone as a survivor of domestic violence. Often both my masculine words and my masculine experiences are dismissed or labeled as pitiful. God’s people can speak these words without the shame I feel and experience.
No healthy person wants or desires an experience with domestic violence. Often those experiences are experiences with people in their families and their friends. Those experiences are horrible and awful. Survivors of domestic violence already work hard to survive and do not need to speak up when it is difficult to live with their experiences.
Could you please speak louder, people of God? Wake up! We need your support and your voices.
«Como agua he sido derrarmado; dislocados están todos mis huesos. Mi corazón se ha vuelto como cera, y se derrite en mis entrañas. Se ha secado mi vigor como una teja; la lengua se me paga al paladar. ¡Me has hundido en el polvo de la muerte!» Salmo 22:14-15, Nueva Versión Internacional (NVI)
En Octubre recordamos el mes de concientización sobre la violencia doméstica. Estoy leyendo y reflexionando sobre ambas mis experiencias y los pensamientos de otra sobre violencia doméstica durante este mes. Esta acción es importante para mi como un sobreviviente de violencia doméstica.
Esta oraciones son un pensamiento de la introducción del libro “Telling the Truth: Preaching about Sexual and Domestic Violence” por los editores McClure y Ramsay:
“Estos salmos son las palabras de nuestra tradición, palabras pronunciadas y rezadas en el culto. Son lamentos y peticiones pronunciadas por víctimas del mal radical, el dolor y la violencia. Estos susurros, gritos y oraciones no deben ser pronunciados únicamente por víctimas o sobrevivientes de la violencia. El pueblo de Dios ha pronunciado estas palabras en conjunto a lo largo del tiempo, como si quisiera decir: ‘Nosotros, la congregación, no nos quedaremos callados’ frente a tal violencia”.
Me gustaría escuchar más estas palabras y salmos en la iglesia y en las bocas del pueblo de Dios. A menudo me siento solo como un sobreviviente de violencia doméstica. a menudo ambas mis palabras masculinas y mis experiencias masculinas son descartadas o tildadas de penosas. El pueblo de Dios puede pronunciar estas palabras sin la pena me siento y experiencia.
Ninguna persona sana desea o desea una experiencia con violencia doméstica. A menudo aquellas experiencias son experiencias con personas en sus familias y de sus amigos. Aquellas experiencias son horribles y malísimas. Los sobrevivientes de violencia doméstica ya trabajan duro para sobrevivir y no necesitan hablar cuando es difícil vivir con sus experiencias.
¿Podría hablar más alto, pueblo de Dios? ¡Despabílate! Necesitamos su apoyo y sus voces